Luis XIV fue un monarca vanguardista: Durante su reinado se publicaron las primeras guías para turistas de París y la primera revista de moda de la historia, Le Mercure Galant, también se empezaron a cotizar mucho los chefs franceses gracias a su estrategia de promoción del producto autóctono, trayendo consigo la aparición de los primeros gourmets, de esa forma todo el mundo tenía la vista puesta en Francia en cuanto a moda y gastronomía.
Pasión por las fiestas y el vino.
Para que las famosas fiestas de Luis XIV nunca terminaran, se inventó lo que él llamó una commodité (comodidad) o, lo que es lo mismo, un servicio de alumbrado público, que consistía en una red de empleados que se situaban con lámparas de aceite o antorchas en puntos clave del centro de la ciudad. Su función era acompañar a los invitados trasnochadores hasta sus casas, iluminándoles el camino. Ese sistema tuvo tanto éxito que el rey pidió al alcalde de París que instalase un sistema de iluminación por toda la ciudad que estuviera fijo. Una idea que el resto del mundo no tardó en copiar, desarrollándose así el sistema de alumbrado público del que todos disfrutamos ahora.
El Rey sentía una pasión tan grande por el vino que para cada jornada de caza preparaba cuarenta botellas que al final acababan tomándose sus criados por lo que, cuando se dio cuenta del afán de sus súbditos, empezó a ordenar cuarenta y una, para asegurar que él también se tomaba la suya.
Según dice la leyenda, al final de sus días buscó solución a una gangrena en su pierna sumergiéndose en una bañera llena de vino, aunque esto no fue solución a su problema, pues dicha enfermedad terminó por llevárselo igualmente.
