“Dice la Biblia que lo primero que hizo Noé cuando bajaron las aguas del diluvio fue plantar una viña. Desde ese momento el vino figura a lo largo de todas las Sagradas Escrituras, hasta el final. De hecho, además del agua y la leche, es la única bebida que se nombra. Tal importancia tenía, que es la elegida para acompañar ni más ni menos que la Última Cena, además de otros pasajes muy importantes.”
Así comienza un interesante artículo sobre el vino en la época de Jesús del sommelier y escritor Diego Di Giacomo publicado en De Vinos y Vides. Pese a que a los romanos el vino que más les gustaba era el blanco, en las regiones de Palestina preferían el vino tinto. Es más, en la Biblia, siempre que se nombra el vino, es tinto. En esas zonas plantaban vides tanto en la llanura, como en las laderas de las montañas, donde solían crear "terrazas" artificiales.
En la Palestina de aquellos tiempos también existía la práctica de agregar a los vinos ya terminados agua, miel, hierbas o especias. Además una vez cosechadas, algunas uvas se dejaban expuestas a la acción de humo caliente, lo cual según los historiadores de la época le daba al vino un típico sabor ahumado. El jugo de uva se guardaba en odres o en pieles de cabra, y tras su fermentación, solo los mejores vinos, puros y sin aditamentos, se depositaban en tinajas durante algún periodo para que se tornen más fáciles de beber por la acción del tiempo.
Ese vino en su estado más puro, el mejor resultante de la fermentación, con un breve periodo de añejamiento, era el utilizado para las celebraciones religiosas. Al celebrarse la Última Cena durante la Pascua muchos expertos consideran que ese fue el tipo de vino que bebieron Jesús y sus apóstoles.
Puedes leer el artículo completo aquí.
